Cuidemos nuestra flora intestinal

Todos hemos oído hablar de la importancia que tiene, para la salud en general, cuidar de nuestro sistema digestivo. En nuestros intestinos conviven unos cuatrocientos tipos diferentes de bacterias, de las cuales el 99,9 % son beneficiosas: nos ayudan a mantener nuestra salud y nos protegen. Solo un 1 % de estas bacterias que constituyen la llamada flora intestinal pueden ser perjudiciales.

El intestino determina en gran parte el correcto funcionamiento del sistema inmunológico, de ahí que un desequilibrio en la también llamada microbiota intestinal puede provocar alergias y enfermedades autoinmunes, obesidad, e, incluso, por su estrecha relación con el cerebro, generar trastornos neurológicos como ansiedad, depresión, autismo, etc.

Sabemos que la nutrición y la dietética son ciencias vivas, que van evolucionando y progresando según se va investigando más y más sobre nuestros comportamientos y hábitos alimentarios, los efectos que tienen estos sobre la evolución y la mejora de nuestra genética y cómo se adaptan a la biología de nuestro organismo.

“Somos lo que comemos” es la famosa frase se Hipócrates que nos ha referenciado la influencia directa que tiene la alimentación con el buen estado de nuestra salud y la relación directa que tiene con ciertas enfermedades. Pero vamos a darle una vuelta de tuerca más a esta afirmación.

Podemos consumir alimentos de la mejor calidad, cocinarlos de la mejor forma posible, masticar tranquilamente, tomándonos nuestro tiempo para cada ingesta, y nada de esto habrá merecido la pena si no tenemos una buena flora intestinal, pues sin ella nuestro sistema digestivo no será capaz de asimilar los nutrientes esenciales de los alimentos, necesarios para el buen funcionamiento del organismo.

Podríamos resumir que más bien “somos lo que absorbemos”, “lo que acumulamos” y “la capacidad de soltar los desechos que ya no nos sirven”, ya que todos estos factores influyen, no solo en nuestra salud física, sino incluso en nuestra transformación constante como seres humanos.

Vivimos en un mundo de simbiosis, y, al igual que las bacterias que nos habitan necesitan de nuestro cuerpo para vivir, nosotros las necesitamos a ellas, sanas y eficientes, para poder disfrutar de la vida con la calidad que nos merecemos.

Imagen de bacterias

Entonces, ¿cómo podemos mantener nuestra flora intestinal como un arrecife de coral?

Lo que a mí realmente me ha funcionado en lo que a alimentación se refiere se resume en pocas palabras: consumir comida real, comida de verdad, libre de tóxicos. Una alimentación natural, basada en alimentos reales, no daña los intestinos, todo lo contrario, facilita su funcionamiento eficiente: la absorción de los nutrientes necesarios para organismo y la evacuación de aquello que no se puede aprovechar.

Es importante, además, consumir en todas las comidas alimentos fermentados, pues estos contribuyen a la salud de la flora intestinal. Los fermentados contienen probióticos naturales gracias a las bacterias acido-lácticas que contienen, las que, una vez que llegan al intestino delgado y grueso, se acomodan allí y generan una relación de simbiosis con las colonias de bacterias beneficiosas ya existentes, aumentándolas y favoreciendo el buen equilibrio de la microbiota y de la salud en general. El consumo regular de alimentos fermentados regula este equilibrio de forma sencilla y natural.

En otro artículo te hablaré de la comida o sustrato de las bacterias probióticas, seguro que has oído hablar de los alimentos prebióticos, pues bien, también son importantes para que nuestros bichitos amigos estén bien alimentados y puedan desarrollarse y establecerse cómodamente en nuestros intestinos.

¡Felices y buenas digestiones!

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